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Él cambió mi vida
Foro :: Desván :: Manuscritos
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Él cambió mi vida
Es la primera historia que escribo, por lo que no está ni la mitad de bien escrita que algunas de la historias de este foro...
Título: Él cambió mi vida
Resumen: Casandra tiene una vida norma, con una familia y amigos normales, pero todo esto cambia cuando conoce a Marco, un chico inexpresivo y que parece no tener vida. Gracias a él se ve envuelta en un mundo lleno de demonios y algún que otro ángel, un mundo que desde hace tan solo unos meses ella pensaba que era el mundo normal donde vivía.
Genero: Fantasía romántica
¿Es para un concurso? ¿Cúal?: No.
Capítulo I
Era un día cualquiera en el que mi madre, yo y mi futuro padrastro estábamos comiendo en un restaurante de Madrid, era un buen restaurante, en el que la carne estaba buenísima. Miraba mi carne mientras la cortaba pensando en mis cosas, pero la voz de Peter, mi futuro padrastro, me interrumpió con ese acento inglés que tenía.
-Bueno Cas, dime. ¿Qué tienes pensado hacer cuando seas mayor?
Esa pregunta me enrrabietaba mucho. Uno, porque me había llamado Cas y no Casandra como siempre le había dicho que me llamara, y dos, porque me había dicho "cuando seas mayor" ¿Acaso no era ya mayor? Por favor, que tengo ya dieciseis años.
-Pues no lo sé. Las letras no me van mucho, así que cogeré algo de ciencias -le dije con voz dulce intentando ocultar mi rabieta-. Ah, por cierto, me gustaría que me llamases Casandra y no Cas.
Peter frunció el ceño, sabía que él era escritor, como mi madre, y que nunca le habían gustado las matemáticas ni nada que tenga que ver con números.
-Ah, ya veo.
-Casandra siempre ha estado muy ligada a una amiga suya que se llama Emma, y esta chica es muy aficionada a las ciencias. Por lo que creo que tantos años juntas le habrá pegado algo -dijo con una sonrisa mi madre.
Peter era un buen hombre, sí, pero no tenía demasiada mano con las adolescentes.
Volví a estar absorta en mis pensamientos hasta que, otra vez, me interrumpieron. Aunque esta vez fue mi madre.
-Chist, Casandra -me dijo disminuyendo un poco la voz-. Mira a ese chico, parece que te está mirando. Y es bastante guapo.
De mi boca apareció un gran suspiro, mi madre siempre era igual. Ella sabía que no me llevaba demasiado bien con los chicos pero yo le veía un poco exagerado que me avisara cada vez que veía un chico guapo.
Giré la cabeza hacia donde me indicaba mi madre, en la mesa de al lado estaba un chico algo mayor que yo de cabellos negros y unos penetrantes ojos azules. Era cierto, miraba hacia mi dirección y eso me intimidó un poco, sus ojos eran bonitos, sí, pero parecía que no sentía nada como si esuviese sin vida. De repente me empezó a doler la tripa, pensé que me había sentado mal la carne.
-Voy un momento al baño -dije mientras me apresuraba hacia los aseos.
Antes de llegar al aseo vi como a una de las camareras se le caía un montón de platos y vasos justo al lado de mi sitio, sus compañeros estaban pasando una fregona para limpiar el suelo sucio.
-"Menos mal que me he ido a tiempo para que esa camarera no me tirase encima toda la vajilla" -pensé mientras abría la puerta del baño.
Me contemplé en el espejo del baño, mi cara estaba algo roja, me eché un poco de agua y a medida que me iba relajando iba volviendo a su color natural. Me fijé en mis ojos, a veces desaba que de un día para otro se cambiasen de color y así tener unos sencillos ojos de color castaño, pero no, mis ojos seguía siendo los mismos, el derecho de color verde y el izquierdo de color azul.
Salí del baño y me dirigí a mi sitio, miré al chico de antes, este seguía mirandome fijamente pero parecía que se iba ya que estaba sacando un par de billetes para pagar al camarero. Me sentía torpe, como si mis piernas me fallaran en cuanto diera un mal paso.
Mis pensamientos se detuvieron, en realidad, todo mi ser se detuvo, sentí como mi pie resbalaba del suelo y como mi cuerpo se precipitaba a él. Fueron unos instantes pero a mí me parecieron segundo, me iba a dar contra el suelo en medio de todo el restaurante, que verguenza.
Pero no ocurrió así, de repente sentí como unos brazos me sujetaban, unos ojos azules se fijaban en los míos. Desperté de mis pensamientos y me fijé que el chico que me miraba me había sujetado a escasos centímetros del suelo. Este me ayudó a levantarme, no sabía por qué pero mis ojos no se despegaban de los suyos.
-No se preocupe, solo ha sido un resbalón. Como el suelo estaba húmedo de la fregona esta chica casi se estampa contra el suelo.- dijo el chico a un camarero que acababa de llegar-. Espero que esté bien, señorita.
Sus ojos volvieron con los míos y yo solo me ví capaz de asentir ligeramente.
-Bien, me alegro, si me disculpan me tengo que ir.
Miré fijamente como el chico se iba del local, me senté lentamente pensando en lo rápido que debería ser para cogerme a escasos centímetros del suelo. Mi madre me miraba fijamente, casi preocupada.
-Hija mía, ¿Estás bien?
-Sí, estoy bien -susurré por lo bajo.
Pero en realidad no lo estaba, sentía como mi mente no pudiese comprender como ese chico me había cogido a tal velocidad, o por qué no podía despegar mis ojos de los suyos. No lo comprendía.
Título: Él cambió mi vida
Resumen: Casandra tiene una vida norma, con una familia y amigos normales, pero todo esto cambia cuando conoce a Marco, un chico inexpresivo y que parece no tener vida. Gracias a él se ve envuelta en un mundo lleno de demonios y algún que otro ángel, un mundo que desde hace tan solo unos meses ella pensaba que era el mundo normal donde vivía.
Genero: Fantasía romántica
¿Es para un concurso? ¿Cúal?: No.
Capítulo I
Era un día cualquiera en el que mi madre, yo y mi futuro padrastro estábamos comiendo en un restaurante de Madrid, era un buen restaurante, en el que la carne estaba buenísima. Miraba mi carne mientras la cortaba pensando en mis cosas, pero la voz de Peter, mi futuro padrastro, me interrumpió con ese acento inglés que tenía.
-Bueno Cas, dime. ¿Qué tienes pensado hacer cuando seas mayor?
Esa pregunta me enrrabietaba mucho. Uno, porque me había llamado Cas y no Casandra como siempre le había dicho que me llamara, y dos, porque me había dicho "cuando seas mayor" ¿Acaso no era ya mayor? Por favor, que tengo ya dieciseis años.
-Pues no lo sé. Las letras no me van mucho, así que cogeré algo de ciencias -le dije con voz dulce intentando ocultar mi rabieta-. Ah, por cierto, me gustaría que me llamases Casandra y no Cas.
Peter frunció el ceño, sabía que él era escritor, como mi madre, y que nunca le habían gustado las matemáticas ni nada que tenga que ver con números.
-Ah, ya veo.
-Casandra siempre ha estado muy ligada a una amiga suya que se llama Emma, y esta chica es muy aficionada a las ciencias. Por lo que creo que tantos años juntas le habrá pegado algo -dijo con una sonrisa mi madre.
Peter era un buen hombre, sí, pero no tenía demasiada mano con las adolescentes.
Volví a estar absorta en mis pensamientos hasta que, otra vez, me interrumpieron. Aunque esta vez fue mi madre.
-Chist, Casandra -me dijo disminuyendo un poco la voz-. Mira a ese chico, parece que te está mirando. Y es bastante guapo.
De mi boca apareció un gran suspiro, mi madre siempre era igual. Ella sabía que no me llevaba demasiado bien con los chicos pero yo le veía un poco exagerado que me avisara cada vez que veía un chico guapo.
Giré la cabeza hacia donde me indicaba mi madre, en la mesa de al lado estaba un chico algo mayor que yo de cabellos negros y unos penetrantes ojos azules. Era cierto, miraba hacia mi dirección y eso me intimidó un poco, sus ojos eran bonitos, sí, pero parecía que no sentía nada como si esuviese sin vida. De repente me empezó a doler la tripa, pensé que me había sentado mal la carne.
-Voy un momento al baño -dije mientras me apresuraba hacia los aseos.
Antes de llegar al aseo vi como a una de las camareras se le caía un montón de platos y vasos justo al lado de mi sitio, sus compañeros estaban pasando una fregona para limpiar el suelo sucio.
-"Menos mal que me he ido a tiempo para que esa camarera no me tirase encima toda la vajilla" -pensé mientras abría la puerta del baño.
Me contemplé en el espejo del baño, mi cara estaba algo roja, me eché un poco de agua y a medida que me iba relajando iba volviendo a su color natural. Me fijé en mis ojos, a veces desaba que de un día para otro se cambiasen de color y así tener unos sencillos ojos de color castaño, pero no, mis ojos seguía siendo los mismos, el derecho de color verde y el izquierdo de color azul.
Salí del baño y me dirigí a mi sitio, miré al chico de antes, este seguía mirandome fijamente pero parecía que se iba ya que estaba sacando un par de billetes para pagar al camarero. Me sentía torpe, como si mis piernas me fallaran en cuanto diera un mal paso.
Mis pensamientos se detuvieron, en realidad, todo mi ser se detuvo, sentí como mi pie resbalaba del suelo y como mi cuerpo se precipitaba a él. Fueron unos instantes pero a mí me parecieron segundo, me iba a dar contra el suelo en medio de todo el restaurante, que verguenza.
Pero no ocurrió así, de repente sentí como unos brazos me sujetaban, unos ojos azules se fijaban en los míos. Desperté de mis pensamientos y me fijé que el chico que me miraba me había sujetado a escasos centímetros del suelo. Este me ayudó a levantarme, no sabía por qué pero mis ojos no se despegaban de los suyos.
-No se preocupe, solo ha sido un resbalón. Como el suelo estaba húmedo de la fregona esta chica casi se estampa contra el suelo.- dijo el chico a un camarero que acababa de llegar-. Espero que esté bien, señorita.
Sus ojos volvieron con los míos y yo solo me ví capaz de asentir ligeramente.
-Bien, me alegro, si me disculpan me tengo que ir.
Miré fijamente como el chico se iba del local, me senté lentamente pensando en lo rápido que debería ser para cogerme a escasos centímetros del suelo. Mi madre me miraba fijamente, casi preocupada.
-Hija mía, ¿Estás bien?
-Sí, estoy bien -susurré por lo bajo.
Pero en realidad no lo estaba, sentía como mi mente no pudiese comprender como ese chico me había cogido a tal velocidad, o por qué no podía despegar mis ojos de los suyos. No lo comprendía.
lady anime- Enano
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Localización : *mira a todos lados, enfadada* Mi príncipe azul se retrasa.
Fecha de inscripción : 17/02/2010
Re: Él cambió mi vida
Capítulo II: Emma
Habían pasado ya cuatro días desde que conocí aquel chico tan extraño en el restaurante. Parecía que había pasado poquísimo tiempo desde aquello, pero me dediqué a pensar en él cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo... Y al fin, recapacité el por qué me sorprendía tanto aquel chico, algo en él me sonaba mucho, como si tiempo atrá le hubiese visto.
-¡¡CAS!!
Mi mente se detuvo, intenté comprender quién era la persona que había gritado mi nombre. Giré la cabeza y allí encontré a mi amiga Emma.
-¿Pero qué te pasa Cas? Ya sé que el chico del domingo te sorprendió y eso, pero me está preocupando un poco tu ausencia menta.
Miré fijamente a Emma, era una chica de mi edad de estatura media, seguía llevando las mismas gafas negras y la misma coleta improvisada de cuando la conocí en el colegio seis años atrás. Sus cabellos revoloteaban por su cabeza mientras caminábamos por una de las calles de Madrid hacia nuestras casas.
-Perdona, perdona -me disculpé, después pensé en darle otro tema de conversación-. Oye ¿Te apetece ir esta tarde al centro comercial? Ya sé que tienes que estudiar, pero hace ya tiempo que no salimos juntas por ahí.
Emma se quedó pensando.
-Cierto, hace ya tiempo que no salimos. Pero hoy vienen unos amigos de mis padres a casa y necesito estar ahí cuanto antes -me dijo aun pensativa-. Ya te lo mencioné la semana pasada.
Me quedé pensando y recordé vagamente que así era.
Llegamos a la casa de Emma, era una casa grande construida en ladrillos, yo siempre había pensado que aquella casa era demasiado grande para que allí solo vivan Emma y sus dos padres.
Emma llamó al telefonillo, de la puerta salió una mujer alta de cabellos castaños y lisos y de rostro muy hermoso, se parecía mucho a Emma aunque esta no lo reconociese.
-Hola chicas, ¿Qué tal en el Instituto?
-Hola Esperanza -la saludé, ´siempre había querido a la madre de Emma como si fuera mi segunda madre-. Bueno, bien. Tan aburrido como siempre.
Esperanza me sonrió, estaba tan guapa como siempre. Recordé mi última conversación que tuve con ella, discutíamos con Emma sobre que la chica debería quitarse las gafas, y ponerse lentillas, y dejarse el pelo suelto, siempre había pensado que , aunque no lo pareciese, Emma era muy guapa solo que ella nunca lo ha querido reconocer. Pero Emma era cabezota, muy cabezota, y no nos hizo ni caso.
Esperanza miró el reloj.
-Vaya, ya es tardísimo. Venga Emma, hay que preparar aun muchas cosas -dijo mientras cogía la cogía del brazo y la arrastraba dentro de la casa-. Siento no poder hablar más contigo, Cas, pero tenemos algo de prisa. Hasta mañana.
-No te preocupes, hasta mañana.
Dicho esto la puerta se cerró y emprendí mi viaje hasta mi casa, aun tenía muchas cosas con las que pensar.
Habían pasado ya cuatro días desde que conocí aquel chico tan extraño en el restaurante. Parecía que había pasado poquísimo tiempo desde aquello, pero me dediqué a pensar en él cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo... Y al fin, recapacité el por qué me sorprendía tanto aquel chico, algo en él me sonaba mucho, como si tiempo atrá le hubiese visto.
-¡¡CAS!!
Mi mente se detuvo, intenté comprender quién era la persona que había gritado mi nombre. Giré la cabeza y allí encontré a mi amiga Emma.
-¿Pero qué te pasa Cas? Ya sé que el chico del domingo te sorprendió y eso, pero me está preocupando un poco tu ausencia menta.
Miré fijamente a Emma, era una chica de mi edad de estatura media, seguía llevando las mismas gafas negras y la misma coleta improvisada de cuando la conocí en el colegio seis años atrás. Sus cabellos revoloteaban por su cabeza mientras caminábamos por una de las calles de Madrid hacia nuestras casas.
-Perdona, perdona -me disculpé, después pensé en darle otro tema de conversación-. Oye ¿Te apetece ir esta tarde al centro comercial? Ya sé que tienes que estudiar, pero hace ya tiempo que no salimos juntas por ahí.
Emma se quedó pensando.
-Cierto, hace ya tiempo que no salimos. Pero hoy vienen unos amigos de mis padres a casa y necesito estar ahí cuanto antes -me dijo aun pensativa-. Ya te lo mencioné la semana pasada.
Me quedé pensando y recordé vagamente que así era.
Llegamos a la casa de Emma, era una casa grande construida en ladrillos, yo siempre había pensado que aquella casa era demasiado grande para que allí solo vivan Emma y sus dos padres.
Emma llamó al telefonillo, de la puerta salió una mujer alta de cabellos castaños y lisos y de rostro muy hermoso, se parecía mucho a Emma aunque esta no lo reconociese.
-Hola chicas, ¿Qué tal en el Instituto?
-Hola Esperanza -la saludé, ´siempre había querido a la madre de Emma como si fuera mi segunda madre-. Bueno, bien. Tan aburrido como siempre.
Esperanza me sonrió, estaba tan guapa como siempre. Recordé mi última conversación que tuve con ella, discutíamos con Emma sobre que la chica debería quitarse las gafas, y ponerse lentillas, y dejarse el pelo suelto, siempre había pensado que , aunque no lo pareciese, Emma era muy guapa solo que ella nunca lo ha querido reconocer. Pero Emma era cabezota, muy cabezota, y no nos hizo ni caso.
Esperanza miró el reloj.
-Vaya, ya es tardísimo. Venga Emma, hay que preparar aun muchas cosas -dijo mientras cogía la cogía del brazo y la arrastraba dentro de la casa-. Siento no poder hablar más contigo, Cas, pero tenemos algo de prisa. Hasta mañana.
-No te preocupes, hasta mañana.
Dicho esto la puerta se cerró y emprendí mi viaje hasta mi casa, aun tenía muchas cosas con las que pensar.
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Re: Él cambió mi vida
Capítulo III: ¿Reencuentro?
Después de dejar a Emma en su casa me dirigí hacia la mía. Llegué a un edificio alto y estrecho pintado de blanco, saqué las llaves y con ellas abrí la puerta del portal. Cogí el ascensor, era una suerte que nadie más subiese conmigo ya que sino estaríamos apretujados como sardinas en lata. El ascensor pitó señalando que había llegado al piso tres, el mío. Salí del pequeño ascensor y me dirigí una puerta sencilla que tenía en el lado derecho un letrerito con la letra A.
Saqué las llaves, otra vez, y abrí la puerta, dentro parecía desierto pero muy colocado y ordenado.
-¿Mamá? Estoy en casa -dije alzando la voz.
No hubo respuesta.
Me acerqué a la cocina por si encontraba allí a mi madre, pero no había nadie. Me fijé que en la encimera yacía una hoja de papel escrita con una elegante letra. La cogí y la leí:
Querida Cas:
Hoy llegaré más tarde ya que iré con Peter a la editorial.
Te he dejado pollo frito en el microondas.
Volveré sobre las 8.
Te quiere.
Mamá.
Me dirigí hacia el microondas y saqué un plato lleno de pollo frito. Me senté en la mesa y me lo comí. Miré la hora, eran las tres y media, aun me quedaban cuatro horas y media hasta que mi madre llegase.
Cogí la mochila y me dirigí al salón, era una habitación pequeña pero cómoda, uno de los lugares donde más solía estar cuando estaba en casa. Me senté en el sofá y saqué los libros de las materias que tenía que hacer, comencé a estudiar y a hacer los deberes. Acabé de hacer mis quehaceres y miré el reloj, eran las cinco y media de la tarde. Esta vez, en vez de sentarme me tumbé en el sofá con los brazos tapándome los ojos. ¿Y ahora qué podía hacer? Me quedaban tres horas y no estaba dispuesta a quedarme en casa, aburrida, mientras pasaban la horas. Mis brazos se apartaron de mi cara y mi mirada se posó en los cálidos rayos del sol que salían de la ventana. Era tontería quedarse en casa cuando fuera hacía tan buen día, salté del sofá y me dirigí a mi habitación.
Mi dormitorio no era demasiado grande, tenía lo que toda habitación tenía, una cama, un escritorio, un espejo y un armario. Me quité la incómoda falda del uniforme del instituto, toda mi vida había odiado el uniforme, se componía de una falda gris, un polo blanco, unas medias granates, un jersey a conjunto con las medias y unos castellanos negros. Sencillamente horrible. Me quité rápidamente la ropa y saqué del armario unos sencillos vaqueros, una camiseta, una sudadera y, como no, mis converse rojas.
Salí de la casa tan rápido como pude, noté como los rayos del sol peganban fuertemente mis castaños cabellos. Caminé por las calles de Madrid, sin rumbo. No me daba cuenta por donde iba, era como si mis piernas me guiasen hacia algún lugar. De repente, sentí curiosidad por un callejón oscuro, mis piernas empezaron a caminar hacia allí.
<<¿Pero se puede saber qué haces?>> Me preguntó una voz dentro de mi cabeza.
<> le contesté.
<> me respondió.
Entré en el pequeño callejón, estaba oscuro y como me dijo la voz había allí un par de sucios gatos rebuscando por los contenedores de basura. Mi mente no pudo almacenar más información ya que, de repente, alguien me agarró por detrás y me amenazó con una navaja en la garganta.
-Vaya, vaya, vaya -dijo una voz ronca en mi oido, no era nada elegante, en realidad, era ruda-. ¿Qué hace una chica como tú en un callejón como este, preciosa?
Este soltó una sonora carcajada y le siguió un segundo hombre.
-Yo tampoco lo comprendo, pero mejor así -dijo mientras se puso delante mía y me cogía de la barbilla para que alzase la mirada. Al ser el callejón tan oscuro no logré ver bien su rostro-. No te preocupes, preciosa, nos portaremos muy bien contigo. sí señor, muy bien.
Mi corazón latía a cien kilómetros por hora por lo que temí que se saliese de mi pecho, tuve la sensación de que el estómago lo tenía en la garganta por lo que no pude soltar palabra. Cerré los ojos todo lo que pude, intentando retener las lágrimas, tenía miedo, mucho miedo, a saber lo que esos dos cerdos.
-Será mejor, caballeros, que dejen a la chica en paz.- dijo una voz.
Era una voz que me resultaba muy familiar, una voz que solo había oido en mis mejores sueños. Abrí los ojos, intentando ver quien era la persona que me estaba salvando, pero las lágrimas de mis ojos me impedían ver con claridad. Lo único que pude ver bien eran unos ojos de un profundo color azul. Me pareció increible pero mi corazón palpitó mucho más rápido al verle.
-¿Y qué nos harás sino lo hacemos? -contestó uno mientras soltaba otra carcajada.
Mi salvador alzó dos pistolas, una en cada mano, y las posó en la frente de los hombres.
-No sé ¿Vosotros qué creeís? -les dijo con voz amenazadora.
Los dos hombres empezaron a temblar como dos flanes, el que me amenazaba con la navaja la soltó el objeto cayendo en el suelo, después echó a correr despavorido. El otro le siguió segundos después. Mi salvador guardó sus pistolas en dos fundas que tenía en la cintura e hizo ademán de marcharse.
-EH! Espera -le dije alzando la voz.
Este se paró pero no se molestó en girarse.
-Qué pasa.
-Como que qué pasa, pues que me acabas de salvar.
-¿Y?
Sonrojé un poco, quien le dice "¿Y?" a alguien que acabas de rescatar.
-Pues... gracias.
-De nada y ahora si me disculpas... me marcho -dijo este mientras avanzaba un poco más.
-¡Espera! -le grité.
El chico se paró y expulsó un sonoro suspiro, esta vez se dio la vuelta para mirarme.
-¿Y ahora qué pasa?
Me sonrojé aun más cuando vi como su mirada se clavaba en mí.
-Bueno... soy Casandra, ¿Y tú? Si no me equivoco estuviste el domingo en el mismo restaurante que yo y, de hecho, me salvaste de darme un porrazo contra el suelo.
-No me gusta contestar a preguntas ya que después vendrán más -me dijo, su voz no era fría pero tampoco tranquilizadora-. Y sí, yo también lo recuerdo. Si me dejas, me tengo que ir.
Volvió a girarse y comenzó a andar.
-Solo un momento, por favor. -le pedí.
Este se paró y un segundo suspiro salió de su boca.
-¿Y ahora qué quieres?
-Solo dame tu nombre, solo eso. Creo que no pido demasiado.
-Me llamo Marco. Adiós.
Después de decir esto cruzó la esquina de manera que le dejé de ver. Corrí tras él, pero al girar la esquina no vi a nadie, la calle estaba desierta. Una profunda tristeza inundó todo mi ser.
<> me recordó la voz.
Puede que sí, que al menos tenía su nombre, así en vez de llamrle en mis sueños "el chico extraño" a partir de ahora le llamaría Marco. Pero algo seguía perturbándome la mente, ese rostro, esos ojos... me resultaban extrañamente familiares y no sabía de qué.
Miré mi reloj, eran las siete, ya era bastante tarde por lo que volví tranquilamente hasta mi casa mientras me comía el coco pensando de qué me sonaba tanto Marco.
Después de dejar a Emma en su casa me dirigí hacia la mía. Llegué a un edificio alto y estrecho pintado de blanco, saqué las llaves y con ellas abrí la puerta del portal. Cogí el ascensor, era una suerte que nadie más subiese conmigo ya que sino estaríamos apretujados como sardinas en lata. El ascensor pitó señalando que había llegado al piso tres, el mío. Salí del pequeño ascensor y me dirigí una puerta sencilla que tenía en el lado derecho un letrerito con la letra A.
Saqué las llaves, otra vez, y abrí la puerta, dentro parecía desierto pero muy colocado y ordenado.
-¿Mamá? Estoy en casa -dije alzando la voz.
No hubo respuesta.
Me acerqué a la cocina por si encontraba allí a mi madre, pero no había nadie. Me fijé que en la encimera yacía una hoja de papel escrita con una elegante letra. La cogí y la leí:
Querida Cas:
Hoy llegaré más tarde ya que iré con Peter a la editorial.
Te he dejado pollo frito en el microondas.
Volveré sobre las 8.
Te quiere.
Mamá.
Me dirigí hacia el microondas y saqué un plato lleno de pollo frito. Me senté en la mesa y me lo comí. Miré la hora, eran las tres y media, aun me quedaban cuatro horas y media hasta que mi madre llegase.
Cogí la mochila y me dirigí al salón, era una habitación pequeña pero cómoda, uno de los lugares donde más solía estar cuando estaba en casa. Me senté en el sofá y saqué los libros de las materias que tenía que hacer, comencé a estudiar y a hacer los deberes. Acabé de hacer mis quehaceres y miré el reloj, eran las cinco y media de la tarde. Esta vez, en vez de sentarme me tumbé en el sofá con los brazos tapándome los ojos. ¿Y ahora qué podía hacer? Me quedaban tres horas y no estaba dispuesta a quedarme en casa, aburrida, mientras pasaban la horas. Mis brazos se apartaron de mi cara y mi mirada se posó en los cálidos rayos del sol que salían de la ventana. Era tontería quedarse en casa cuando fuera hacía tan buen día, salté del sofá y me dirigí a mi habitación.
Mi dormitorio no era demasiado grande, tenía lo que toda habitación tenía, una cama, un escritorio, un espejo y un armario. Me quité la incómoda falda del uniforme del instituto, toda mi vida había odiado el uniforme, se componía de una falda gris, un polo blanco, unas medias granates, un jersey a conjunto con las medias y unos castellanos negros. Sencillamente horrible. Me quité rápidamente la ropa y saqué del armario unos sencillos vaqueros, una camiseta, una sudadera y, como no, mis converse rojas.
Salí de la casa tan rápido como pude, noté como los rayos del sol peganban fuertemente mis castaños cabellos. Caminé por las calles de Madrid, sin rumbo. No me daba cuenta por donde iba, era como si mis piernas me guiasen hacia algún lugar. De repente, sentí curiosidad por un callejón oscuro, mis piernas empezaron a caminar hacia allí.
<<¿Pero se puede saber qué haces?>> Me preguntó una voz dentro de mi cabeza.
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Entré en el pequeño callejón, estaba oscuro y como me dijo la voz había allí un par de sucios gatos rebuscando por los contenedores de basura. Mi mente no pudo almacenar más información ya que, de repente, alguien me agarró por detrás y me amenazó con una navaja en la garganta.
-Vaya, vaya, vaya -dijo una voz ronca en mi oido, no era nada elegante, en realidad, era ruda-. ¿Qué hace una chica como tú en un callejón como este, preciosa?
Este soltó una sonora carcajada y le siguió un segundo hombre.
-Yo tampoco lo comprendo, pero mejor así -dijo mientras se puso delante mía y me cogía de la barbilla para que alzase la mirada. Al ser el callejón tan oscuro no logré ver bien su rostro-. No te preocupes, preciosa, nos portaremos muy bien contigo. sí señor, muy bien.
Mi corazón latía a cien kilómetros por hora por lo que temí que se saliese de mi pecho, tuve la sensación de que el estómago lo tenía en la garganta por lo que no pude soltar palabra. Cerré los ojos todo lo que pude, intentando retener las lágrimas, tenía miedo, mucho miedo, a saber lo que esos dos cerdos.
-Será mejor, caballeros, que dejen a la chica en paz.- dijo una voz.
Era una voz que me resultaba muy familiar, una voz que solo había oido en mis mejores sueños. Abrí los ojos, intentando ver quien era la persona que me estaba salvando, pero las lágrimas de mis ojos me impedían ver con claridad. Lo único que pude ver bien eran unos ojos de un profundo color azul. Me pareció increible pero mi corazón palpitó mucho más rápido al verle.
-¿Y qué nos harás sino lo hacemos? -contestó uno mientras soltaba otra carcajada.
Mi salvador alzó dos pistolas, una en cada mano, y las posó en la frente de los hombres.
-No sé ¿Vosotros qué creeís? -les dijo con voz amenazadora.
Los dos hombres empezaron a temblar como dos flanes, el que me amenazaba con la navaja la soltó el objeto cayendo en el suelo, después echó a correr despavorido. El otro le siguió segundos después. Mi salvador guardó sus pistolas en dos fundas que tenía en la cintura e hizo ademán de marcharse.
-EH! Espera -le dije alzando la voz.
Este se paró pero no se molestó en girarse.
-Qué pasa.
-Como que qué pasa, pues que me acabas de salvar.
-¿Y?
Sonrojé un poco, quien le dice "¿Y?" a alguien que acabas de rescatar.
-Pues... gracias.
-De nada y ahora si me disculpas... me marcho -dijo este mientras avanzaba un poco más.
-¡Espera! -le grité.
El chico se paró y expulsó un sonoro suspiro, esta vez se dio la vuelta para mirarme.
-¿Y ahora qué pasa?
Me sonrojé aun más cuando vi como su mirada se clavaba en mí.
-Bueno... soy Casandra, ¿Y tú? Si no me equivoco estuviste el domingo en el mismo restaurante que yo y, de hecho, me salvaste de darme un porrazo contra el suelo.
-No me gusta contestar a preguntas ya que después vendrán más -me dijo, su voz no era fría pero tampoco tranquilizadora-. Y sí, yo también lo recuerdo. Si me dejas, me tengo que ir.
Volvió a girarse y comenzó a andar.
-Solo un momento, por favor. -le pedí.
Este se paró y un segundo suspiro salió de su boca.
-¿Y ahora qué quieres?
-Solo dame tu nombre, solo eso. Creo que no pido demasiado.
-Me llamo Marco. Adiós.
Después de decir esto cruzó la esquina de manera que le dejé de ver. Corrí tras él, pero al girar la esquina no vi a nadie, la calle estaba desierta. Una profunda tristeza inundó todo mi ser.
<
Puede que sí, que al menos tenía su nombre, así en vez de llamrle en mis sueños "el chico extraño" a partir de ahora le llamaría Marco. Pero algo seguía perturbándome la mente, ese rostro, esos ojos... me resultaban extrañamente familiares y no sabía de qué.
Miré mi reloj, eran las siete, ya era bastante tarde por lo que volví tranquilamente hasta mi casa mientras me comía el coco pensando de qué me sonaba tanto Marco.
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